Esto NO ES CORRECTO. Yo no pienso de esa forma.
Los nuevos descubrimientos genéticos han hecho que, en Irlanda, se haya detectado que algunos animales, de acuerdo con el análisis de su genotipo, tendrían una ascendencia diferente a la línea familiar que Lowe había indicado.
Debo decir que NO SON TODOS LOS ANIMALES POR EL ESTUDIADOS, sino sólo algunos casos, y por cierto, están en absoluta minoría. No obstante ello, y lo que nos deparará el futuro conocimiento científico, en cuanto a precisión para establecer realmente de que línea materna pertenece un determinado animal, (no ya por lo que esta asentado en el General Stud Book, sino por lo que muestran sus genes), creo de absoluta actualidad, publicar la idea del Zootecnista Chileno Dr Alvaro Blanco, quien en su libro de 1937 titulado TRATADO DE ZOOTECNIA DEL CABALLO
INGLES DE CARRERA escribio una explicación de su análisis zootecnico del descubrimiento de Lowe.
Estos libros, son de muy difícil posibilidad de conseguirlos por parte del público, debido a su antigüedad, y me pareció lógico, ya que lo poseo, que Udes también puedan leer las apreciaciones del Dr Alvaro Blanco
Si se repara en el prologo de ese libro, se observa que el Dr A. Blanco, tenía sobrados conocimientos en esta materia como para dar una opinión fundada al respecto.
Doctor en Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional
de La Plata
(Rep. Argentina) -
Ingeniero Agrónomo de la Universidad de Chile.
Director General de Enseñanza Agrícola y Veterinaria
jubilado.
Ex-Catedrático de Zootecnia. Patología, Terapéutica e
Higiene y Alimentación.
Ex-Decano de la
Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Chile.
Ex-Director de la escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad.
Ex-Director de la
Escuela de Agronomía de la Universidad.
Ex-Director de las Escuelas de Agronomía y Veterinaria
fusionadas.
Ex-Jefe de la
Clínica y Veterinario Oficial del Club Hípico de Santiago.
Ex-Director Técnico del Haras y Stud Limited.
Ex-Miembro de los Consejos de Agricultura. Epizootias y
Fomento Equino.
Delegado único del Supremo Gobierno ante la Conferencia
Económico-Social Agrícola de la Academia de Ciencias Económicas
(1929).
Chevalier du Mérite Agricole.
Lo que continua es la cita textual del capitulo 12 de dicho libro.
CAPITULO XII
TEORÍA
DE BRUCE LOWE
Síntesis expositiva. — La realidad de un descubrimiento
y el error de su interpretación. — Esterilidad e injusticia de la crítica hecha
en contra de Bruce Lowe. — El aspecto Zootécnico del fenómeno de predominio de
las madres de élite. — Nuestra doctrina sobre este particular — Necesidad de
fusionar las familias numeradas en razón de los atavismos que representan,
Una modalidad de la herencia ancestral exclusiva al
estudio del Fina Sangre de Carrera, es la que se refiere a la transmisión de los atributos
hereditarios de las “familias” numeradas según el sistema establecido por Bruce
Lowe,
Como se sabe, este estudioso australiano inmortalizó
su nombre en los anales del turf mundial, estableciendo, a fines del siglo
pasado, su teoría hereditaria, sobre la base de la constancia en la transmisión
de dos caracteres fundamentales del Fina Sangre: el uno se relaciona con la aptitud a la reproducción y el otro, con las
funciones energéticas que determinan el caballo corredor A la facultad de
reproductor destacado, el autor asigna el calificativo de “Sire”. Al atributo
de “corredor”, reserva el nombre de “Running”.
Para Bruce
Lowe y su escuela, estos dos atributos caracterizan, por su presencia o
ausencia, toda la descendencia directa proveniente de unos cincuenta lechos
maternos fundadores de la raza y el autor observa que los distintos
representantes del Fina Sangre, en cualquier momento pueden ser relacionados
con sus respectivas madres primitivas.
Partiendo de cada madre de origen, el autor establece
con todos los descendientes directos de ella, una familia a la cual asigna su número
de orden Dicho número es común a toda descendencia directa de aquella raíz
generadora
Basándose después en la estadística de las carreras
inglesas Derbv, Oaks y St. Leger, reconoce los atributos de “running” o de “sire”, a la descendencia de ciertas madres; de “running y sire”, a la vez, a la
descendencia directa de una sola de esas raíces y finalmente, a la mayoría de los
lechos maternos, no les reconoce ninguno de estos atributos en grado
sobresalientes.
Después de sus laboriosos estudios estadísticos, Bruce Lowe atribuye a las familias 1 — 2 — 3 — 4 — 5, la facultad de corredoras (running) y a las familias 3 — 8 — 11 — 12 — 14, la aptitud de reproductoras (sire). Además, observa
que la familia “3” es la única caracterizada
por la presencia de las dos facultades (running
y sire) y el autor asigna el calificativo de “outsider” a todas las otras familias que no están incluidas en
aquellas nueve cifras; es decir, serían outsider, las familias 6 — 7 — 9 — 10 — 13 —15 — 16, etc., hasta
completar la serie de cincuenta yeguas fundadoras estudiadas por el autor bajo
el punto de vista estadístico indicado.
Bruce Lowe llega así a la conclusión de que aquellas nueve
familias seleccionadas por él representadas en su origen por otras tantas
madres fundadoras de la raza, son las mejores; tanto más, cuanto menor es el
número de orden que les ha correspondido, excepción hecha para la “familia 3” , que en virtud de poseer
ambos atributos, es superior a las demás.
El autor hace la salvedad — muy importante a nuestro
juicio — que las familias “outsiders”
no pueden ser despreciadas, en razón de que ellas sirven para “cruzamientos” y
que, con el tiempo, pueden dar productos que las acrediten como buenas.
Agrega también, que los grandes caballos que
pertenecen a las familias “outsiders”
deben sus bondades a la influencia de las sangres de aquellas nueve familias de
élite, influencia efectuada en fuerte proporción en los primeros rangos del
pedigree.
Finalmente, el autor deja constancia que en la
posteridad, el número de orden puede variar conforme a las modificaciones de
los datos estadísticos que le sirvieron de base para clasificar, y, por esos
mismos datos, modificados, admite la posibilidad de que algunas familias outsiders se acrediten con el
transcurrir del tiempo.
Para Bruce
Lowe, un buen pedigree debe presentar en los tres primeros rangos del
parentesco, algunas de las familias seleccionadas por él.
Después de sufrir los rigores de la crítica y el
rechazo unánime de la teoría por los hombres de ciencia, y aún por muchos otros
de la más alta autoridad turfista, Bruce
Lowe se ha impuesto en la práctica, merced a la fuerza convincente de los
números; porque después de la estadística, en los momentos de formulada la
teoría y manteniendo los puntos de vista del autor, nadie podría desconocer la
existencia del fenómeno así descubierto. Aun más, en correspondencia a lo
previsto por el autor, las estadísticas posteriores mantienen la situación de
privilegio de la mayoría de las madres de elite, modifican la situación de otras
y relevan de la condición de outsider a algunas de las restantes. Seguramente con
el transcurso del tiempo, las modificaciones serán mayores; pero, en el fondo,
subsistirá siempre el hecho fundamental descubierto por el estudioso
australiano: “el predominio cualitativo de las descendencias de ciertas madres de
origen”.
El cuadro de la página siguiente, que corresponde a
la estadística inglesa, y al cual hemos agregado los nombres de las madres
primitivas de las nueve familias seleccionadas, nos evita mayores comentarios
sobre el particular.
Aparte de este hecho estadístico, Bruce Lowe no pudo dar razón científica
de fuerza, en apoyo de su tesis. De ahí que la crítica ha sido, en cierto modo,
cruel con el autor, y, Fournier y Curot [1],
aseguran que el método tiene por punto de partida una hipótesis cuyo valor y
fundamento no quedan demostrados en el curso de la obra. “Esta clasificación no parece
seria, agregan los autores, sino a condición de que se desconozcan las
nociones de las leyes de la herencia, sobre las cuales todo estudio genealógico
debe forzosamente basarse’’, Rous
había asegurado lo mismo, con la severidad que le permitía su prestigio como gran
autoridad turfista: “Bruce Lowe dice mucho y no prueba nada”,
es la terrible sentencia de este distinguido crítico.
Posteriormente en todos los países, la crítica vuelve
periódicamente sobre el tema, ya en defensa, ya en contra de la teoría del
autor australiano,
Sin embargo, los criadores, a lo menos una fuerte
proporción de ellos, siguen abrazados con fe ciega a los principios de la
escuela de Bruce Lowe y los turfmen,
en general, pagan bien las buenas alianzas de sangres a base de aquellos métodos.
Y es que, en cierto modo, los hechos de la práctica parecen dar la razón al
autor. La crítica de aficionados que combate la teoría, tiene cierto sabor de
antojo, y el severo juicio profesional se apoya en la ciencia pura, fundándose
en las leyes de ‘la herencia y en las teorías en boga en materia de explicación
de los misterios biológicos que encierran los fenómenos hereditarios.
Parece muy natural, entonces, que los criadores
obligados por los hechos que aparecen consumados, se atengan a estos fenómenos,
colocándose al margen de las discusiones de orden teórico; máxime, si se
pretende desnaturalizar una teoría con otras igualmente hipotéticas.
La suya — que es la teoría de Bruce Lowe —, les proporciona resultados que ellos palpan con doble
placer; el platónico de todo turfmen, y el económico traducido en el beneficio
de la caja de fondos de la industria del Fina Sangre. La otras teorías — las de
la ciencia pura, que ellos no entienden ni desean comprender’ — quedan después
de los grandes biólogos, especialmente Mendel,
Bard, Bateson Walthers Robertson etc., etc., al control de la ciencia
actual y del porvenir hasta que se definan los verdaderos alcances de todas las
teorías en vigencia para la explicación de los fenómenos naturales de orden
hereditario. Pero, creemos que de ninguna manera — por el respeto mismo que
esos estudios deben inspirar a la crítica de paddock de stud — pueden esas teorías
constituir armas esgrimidas en contra del descubridor de un fenómeno indiscutible
en el terreno de la práctica, por el simple motivo de no haberse encontrado en
condiciones de defender su descubrimiento apoyado en el prestigio que dan las
razones científicas.
En esta lucha desigual del hecho consumado rebatido
con teorías profundamente respetables — pero teorías aún — se hieren
inútilmente las disciplinas científicas que se invocan y al esgrimirlas no se
ha hecho otra cosa que mellar las propias armas, sin que a la postre se vea el
beneficio de esta lucha estéril.
En principio, vista la teoría de Bruce Lowe a la luz de la ciencia pura de nuestros días, la razón
está, indiscutiblemente, de parte de las teorías científicas. Formulada nuestra
declaración de principios, sin que haya necesidad de extendernos en las
disciplinas que la apoyan, nos encontramos frente a la siguiente
circunstancia: un hecho, un fenómeno de la producción del caballo de carrera,
comprobado por la estadística y por la experiencia de los criadores, cuya
existencia no se justifica según los principios científicos puros.
Ahora bien, si se consideran, por un lado, el estado
embrionario de la ciencia que inspira la genética animal y, por el otro, el
arraigamiento trascendental de la teoría de Bruce Lowe en el elevage y en el turf mundiales, no se divisa
posibilidad alguna que esta lucha, planteada bajo los puntos de vista contemplados
por Bruce Lowe y sus críticos,
termine en favor del caballo de carrera.
La esterilidad de la discusión resulta, en nuestro
entender, del olvido en que se ha caído en la crítica de todos los tiempos al
apoyarse, para combatir a Bruce Lowe,
en la ciencia pura, con prescindencia absoluta de la Zootecnia que es ciencia
y arte a la vez, y cuyas bases primitivas son artísticas del todo, y aún
empíricas En efecto, esta gran rama de las ciencias agronómicas tuvo siempre su
mejor apoyo en los hechos de la práctica, interpretados, a las claras u
obscuras, por hombres que poco o nada tenían que hacer con la ciencia y, menos,
con la Zootecnia ,
cuyas bases echaron ellos mismos y cuyas observaciones y métodos recogió
muchísimo más tarde el conde de Gasparin
para fundar la ganadería científica, a la que diera en 1844 el nombre de Zootecnia,
el más prestigioso de la nomenclatura agronómica
Y aquellos hombres muchos de ellos rústicos vaqueros,
eran simples observadores, a la manera del estudioso australiano a cuya memoria
el turf del porvenir hará debida justicia. Mientras tanto, nosotros creemos
cumplir con un deber al tratar de poner las cosas en su lugar.
En efecto, no vemos por qué la ciencia pura ha de
obstaculizar sólo ahora y en el exclusivo terreno del progreso del Fina Sangre,
el desenvolvimiento normal de los fenómenos de la práctica; máxime si se tiene
en cuenta que, en materia de ganadería, aquella ha ido siempre a la zaga de los
grandes acontecimientos pecuarios. ¿Cuál fue la ciencia que iluminó el genio de
Bakwell al fundar su cátedra de Dishley-Grange que culminó en la mejora
fabulosa de todos los ganados ordinarios que existieron en Inglaterra hasta
mediados del siglo XVIII?... ¿Dónde está la preparación científica de Benjamín Tomkins, que no pasaba de la
simpleza de un buen vaquero, y que, sin embargo, con sólo disponer de Pigeon
y Mottle,
dos vacas normandas, se da el lujo de crear nada menos que la raza
Hereford, que constituye una de las más bellas conquistas del arte de
transformar los organismos vivos en laboratorios de producción?... ¿Qué
principios científicos puros iluminaron el sendero del Shorthorn a su paso por
el mundo, monopolizando las praderas con el prestigio de la más grandiosa
máquina de carnicería?...
Con la historia ganadera por delante, el espíritu más
prevenido se sobrecoge perplejo; pero ello no le cupo en su suerte al
descubridor de las madres de élite ante la obstinación de sus críticos.
Por nuestra parte, pensamos con Ortega y Gasset que frente al aspecto científico de los hechos, de
los fenómenos, llega un momento, a veces, en que es necesario desentenderse de
ellos para permitir todo su amplio vuelo a la grandiosidad de la imaginación. Y
nosotros nos atrevemos a creer que si la ciencia de mediados del siglo XVIII
hubiese sido capaz de decirle a Bakwell
que su escuela estaba transformando organismos sanos, equilibrados y poderosos,
en individuos de dudosos predominios funcionales, posiblemente débiles y
vulnerables, Bakwell difícilmente
habría tenido oportunidad de demostrarse un genio, tal como se reveló al
aplicar, simplemente, sus sistemas de observación de los fenómenos producidos
en la práctica, sin detenerse a profundizar la esencia misma de los hechos
consumados.
Solamente ahora la ciencia pura podría decir a los
hermanos Colling— creadores del Durham por consanguinidad estrecha —,
que con sus terribles incestos estaban fijando un temperamento mórbido...; que
el Shorthorn iba a resultar un
hipervegetativo, un anabólico espantoso, como una fabulosa máquina de comer y
dormir y acumular, destinada a morir en
el hartazgo, en la degeneración o en la tuberculosis. Pero ya es tarde, y el
fenomenal Durham, el más fiel
representante de los desequilibrios orgánicos de orden temperamental, está dando
de comer a medio mundo.
Son todavía muchos los misterios que encierran los
fenomenos hereditarios y ante una comprobación de la práctica aparentemente tan
abrumadora, la ciencia tiene el deber de investigar un fenómeno que, más que al
Fina Sangre de Carrera, interesa a la Zootecnia toda y a la Biología.
Por nuestra parte estimamos que el estudioso
australiano, ajeno — como lo comprueba en la defensa de su teoría y en la
interpretación del fenómeno descubierto — a los conocimientos científicos,
junto con descubrir un hecho particular de la selección, erró en sus
deducciones, pero sin que ello pueda significar la negación del hecho
descubierto
En efecto, Bruce
Lowe creyó descubrir nueve madres sobresalientes constituyendo cada una de
ellas un lecho hereditario familiar inagotable, siendo que, en
realidad, lo encontrado por él era la constancia en la transmisión de tres
atributos determinados: “running”, “sire” y “running and sire”; los cuales
caracterizan sendos grupos de caballos descendientes directos de raíces
primitivas uterinas: eran tres atributos funcionales comunes a las nueve
“familias”, susceptibles de relacionarse con yeguas determinadas en el origen
de la raza: he ahí el hecho incontrovertible después de la estadística y
después de los resultados obtenidos por los criadores
Si el investigador australiano renuncia a
particularizar el fenómeno por él descubierto, descomponiendo la raza en tantas
familias cuantas madres considera en la cuna del Fina Sangre, y se limita,
simplemente al análisis del triple fenómeno por su constancia en grupos
determinados de las descendencias, a raíz maternal conocida, seguramente en nuestro entender, en lugar de una
teoría científicamente inaceptable, plantea, para el caballo de carrera, un
procedimiento particular de selección zootécnica perfectamente racional,
Es necesario dejarlo bien en claro: para nosotros, Bruce Lowe no descubrió yeguas de
élite, ni madres outsiders, ni pudo establecer, sin error grave, “FAMILIAS” con
lechos remotísimos y unilaterales Al punto de vista zootécnico, el
descubrimiento debe ser referido a los tres atributos funcionales transmitidos
al principio, por vientres de yeguas determinadas; a las cuales, al .juzgarla
por su descendencia directa, era necesario atribuirles una potencia hereditaria
individual extraordinaria, capaz de resistir, en cierto límite, el influjo de
fuerzas hereditarias extrañas a las madres de origen. Vale decir, que
dentro de la raza existirían tres grupos de caballos diferenciados de los otros
de su raza por caracteres funcionales que les son comunes
Habría, pues, dentro de la población global del Fina
Sangre de Carrera, tres Sub-razas: running, sire y running and sire, cuya
conservación estaría encomendada por vía directa, al ancestralismo maternal y a
la selección por vía uterina.
Este es, al menos, el hecho de fondo aceptado por la práctica; la cual, dicho
sea de paso, no se encuentra por el momento dispuesta a renunciar al método.
Limitada exclusivamente a esta conclusión
fundamental, la teoría de Bruce Lowe podría ser incorporada a los métodos zootécnicos
sin mayor dificultad o, por lo menos, sin revestir el carácter de absurdo que
por ahora le asigna el concepto científico.
Colocadas las cosas en este terrena, el aparente
misterio que envuelven las terminantes comprobaciones de la estadística, desaparece
por completo, En efecto, nada tiene de extraordinario el hecho que, de entre
las yeguas que actuaron en la primera época del turf se hayan destacado como
enrazadoras, un corto número de ellas, sin que esto signifique, naturalmente
que las únicas yeguas destacadas son las estudiadas por Bruce Lowe; puesto que la base misma del estudio (Derby, Oaks y St.
Leger) parece un poco estrecha a los efectos de un juicio definitivo. Si se
tiene en cuenta la extraordinaria discrepancia de los individuos que formaban
la población racial en el origen del Fina Sangre, hay que convenir en que las
familias formadas eran necesariamente diferentes.
Ahora bien, se sabe que gran parte de la selección de
individuos dentro de la raza se efectúa automáticamente, después de los
antecedentes que proporciona el rodaje normal del turf. Nada de extraordinario
parece existir, entonces, en el hecho de haberse efectuado una selección
continuada y desapercibida dentro de ciertos predominios hereditarios, que se
fijaron con el transcurrir del tiempo hasta formar verdaderos sub-grupos
raciales.
En nuestro entender, lo que hay en al fondo de estas
cosas es la consecuencia de un procedimiento de selección inadvertida, con
resultados análogos a los que más tarde se obtuvieron al seleccionar la
producción dentro de las líneas masculinas correspondientes a los grandes
reproductores del siglo XVIII. El tiempo y la persistencia en el método crearon
estos grupos seleccionados, con la fijeza relativa que acusan las estadísticas
actuales.
Aunque un poco al margen del programa que nos hemos
trazado, dada la importancia trascendental de la cuestión y por no haberse
tentado hasta la fecha procedimiento alguno que armonice en este orden de
cosas, la técnica con los hechos comprobados por la experiencia, debemos hacer
un paréntesis para proponer — con perdón de los puristas — la aceptación de la
teoría de Bruce Lowe, modificada
bajo la faz que le hemos interpretado.
Aceptadas a priori, o bajo el imperio de la estadística
las tres “constantes” hereditarias de orden ancestral, deben ser admitidas,
zootécnicamente, cuatro sub-razas dentro de la producción total del Fina Sangre
de Carrera:
RUNNING, SIRE, RUNNING AND SIRE y OUTSIDER.
Al punto de vista zootécnico, no interesaría aquella
cincuentena de números que complican el
concepto de fondo de la cuestión en tal forma, que sólo los turfmen muy
entendidos saben interpretar y cuya aceptación han debido hacer con
prescindencia absoluta de los principios zootécnicos.
Lo que importa saber es la existencia de los subgrupos
raciales cuyas características se transmiten por vía directa desde las raíces
maternas centrales.
Para mayor claridad llamaremos R la sub-raza ‘‘running’’;
S, la subraza ‘‘sire’’; RS, la sub-raza
‘‘running and sire’’ y finalmente O, el sub-grupo ‘‘outsider’’. Siguiendo el enunciado por Bruce Lowe, R
representaría a todas las familias ‘‘running“,
(1—2-——3_—4—5); S
representaría a todas las familias “sire”
(8—11—12——14) y RS, a la familia
3.
De manera que atendiendo a las funciones contempladas
por el autor de la teoría después de nuestra proposición, las fuerzas
hereditarias de todas las familias, fusionadas en cuatro sub-razas ascienden al
rango de fuerzas ancestrales que determinan la existencia de sendos sub-grupos
zootécnicos.
La síntesis de las familias con caracteres comunes en
una sola sub-raza, es absolutamente necesaria al punto de vista zootécnico,
puesto que hay un sólo carácter común a esas familias y no habría ninguna razón
técnica para mantenerlas separadas por divisiones familiares a troncos
unilaterales demasiado remotos. Por otra parte, el interés práctico está en
simplificar los procedimientos de selección y las alianzas de sangres entre las
distintas sub-razas. Los grupos, o más bien dicho, los sub-grupos raciales,
quedan así perfectamente establecidos, según sus propios atavismos, y pueden
ser sometidos sin dificultad a todos los procedimientos zootécnicos de
experimentación
Las ventajas aportadas por esta modificación, serían
las siguientes
1— Se aminora el error científico de pretender,
después de Bruce Lowe, la existencia
de familias unilaterales (con prescindencia del factor paternal), de raíz
hereditaria demasiado remota para ser considerada como herencia familiar. Vimos
oportunamente la enorme diferencia que existe entre los atavismos de familia y
de raza.
2. — Se facilitan la investigación y las operaciones
de elevage sobre una base manejable, como serían los cuatro atavismos imperantes
en la raza principal: R, S, RS y O.
3. — Creados lo cuatro grupos, la zootecnia podría
incorporar a sus estudios los sistemas de producción del Fina Sangre según los
atavismos usados hoy por los criadores después de las indicaciones de Bruce Lowe. Como se sabe, estos
sistemas de elevage no han podido ser tomados en cuenta por la absurda división
en familias numeradas, pues, debemos observar que, en este orden de prácticas,
la zootecnia acepta una constante hereditaria unilateral (herencia
preponderante), en casos limitados a los individuos enrazadores, dotados de una
extraordinaria potencia hereditaria individual, capaz de trasmitirse durante
varias generaciones; pero en ningún caso acepta la perpetuación de los
atributos del enrazador con anulación de una de las fuerzas hereditarias
puestas en juego en las das corrientes generadoras. Eclipse, uno de los más notables enrazadores de la historia del
Fina Sangre, dotado en grado excepcional de aquella potencia, transmitió su
organismo extraordinario, y su capa alazana y su marcha obscura de la grupa, durante
muchas descendencias; pero las otras fuerzas hereditarias tarde o temprano,
hicieron sentir su influencia, y, poco a poco, la individualidad fenomenal del
coloso fue diluyéndose y absorbiéndose por Ios totales hereditarios puestos en
juego en la pareja sexual primero, en la familia después y, por último, en la
raza misma. Y modernamente están los arquetipos de enrazadores sufriendo, como
lo veremos, idéntico proceso de absorción dentro de la raza, incapaces por las
fuerzas naturales ineludibles, de mantener indefinidamente la transmisión de
sus atributos individuales más allá de un número reducido de generaciones.
4. —Si nuestros guarismos reemplazan en los pedigrees
el sistema numérico, la interpretación hereditaria con referencia a los
atavismos, se hace al primer golpe de vista y sin el menor esfuerzo mental.
A continuación transcribimos de Fournier y Curot el ejemplo publicado en el “Sport-Welt” en un
comentario de Hermann Goos, para dar
a comprender como se inscriben los números de origen en el pedigree de un
caballo después de Bruce Lowe, y
damos en seguida la transformación de ese mismo pedigree con los guarismos que
representan las cuatro síntesis de las herencias familiares en los cuatro
atavismos subraciales, que proponemos para subdividir el conjunto del Fina
Sangre de Carrera en sendas fracciones zootécnicas:
Como puede verse, en el procedimiento que proponemos,
es fácil apreciar la intervención de los cuatro atavismos en los rangos
principales de la ascendencia, sin mayor alteración del concepto básico de la
célebre y discutida teoría.
Se objetará que con nuestro sistema se pierden algunos
detalles de caracteres atribuidos a las familias en particular. Pero debemos
advertir que esos detalles, por su insignificancia en ningún caso permiten una
separación Zootécnica entre los distintos grupos familiares y deben tenerse, en
cierto modo, corno caprichos de la afición[2] .
Por lo demás, el sistema que proponemos no excluye el
sistema numérico.
Debernos
observar que, por nuestra parte, no deseamos negar las conclusiones estadísticas
de Bruce Lowe; las cuales, como ya
lo dijimos, no pueden ser desconocidas, al atenerse al punto de vista del
autor. Tampoco creemos de interés engolfarnos en consideraciones estadísticas
bajo puntos de vista diversos, como serían las investigaciones relacionadas con
otras carreras que no sean el Derby, Oaks y St. Leger, y como serían también
aquellas averiguaciones practicadas a base del conjunto estadístico mundial y
de los porcentajes de animales sobresalientes, referidos a los totales de las
descendencias maternas; todo lo cual bien podría descubrir un espejismo que
echase por tierra, también con números, el interesante descubrimiento del
estudioso turfman.
Repetimos, que no hay interés en tal estudio, porque,
después de todo cálculo, quedaría pendiente aun el inexorable interrogante
biológico: el factor paternal. ¿Quiénes,
cuántos y de qué potencias hereditarias, familiar e individual, han sido y
serán los padrillos interventores en el juego de las transmisiones en una
reproducción estrictamente cerrada por el Stud Book? Porque, es imposible en
este orden de cosas, prescindir de uno de los progenitores en la transmisión
hereditaria dependiente de la pareja sexual, máxime cuando se aprecian los
atributos a través de las diversas generaciones. Si nosotros, en un intento de
buena voluntad para facilitar los estudios formales que algún día deberán
implantarse para el Fina Sangre, hemos aceptado a priori o por la fuerza
estadística resultante del punto de vista de Bruce Lowe, su escuela y la generalidad de la afición, ello obedece
a una sola razón científica, tal vez la única existente en el fondo de este
curioso fenómeno. En efecto, al punto de vista zootécnico, es
perfectamente admisible reconocer en las nueve familias seleccionadas, y aun en
otras de la escala numerada, un ancestralismo superior a las restantes.
Como vimos en los primeros capítulos, las madres de origen del Fina Sangre de
Carrera están relacionadas étnicamente con la población caballar existente en
Inglaterra con anterioridad a la intervención definitiva de las razas Asiática
y Africana, y, nosotros admitimos, por este hecho, la existencia de fenómenos
de reversión, que encontrarían su razón de ser en la raza Germánica, etc.
Es lógico, entonces, que en función de los atavismos
del período pre-racial del Fina Sangre — atavismos en ocasiones diametralmente
opuestos, — que establecen contradicciones de todo orden, la calidad de las
yeguas de origen era necesariamente muy diversa al considerárselas corno lechos
familiares.
Por lo demás, el mismo Bruce Lowe hace referencia a estos hechos elementales, al
justificar la situación de outsiders
de la mayoría de las madres de origen, por influjo del caballo flamenco (Tipo
rectilíneo, hipersómico, Iongilíneo), del poney (Tipo cóncavo. microsónico,
brevilíneo), etc.[3]
.
Por estas razones, y recordando que la lucha de los
atavismos en las razas artificiales obtenidas por cruzamientos de tipos puros
naturales es tanto más efectiva cuanto más nueva es la raza, se comprende
fácilmente que, después de observar la producción del Fina Sangre de Carrera,
las diferencias individuales y familiares son más notorias a medida que se
remonta en las generaciones hacia la época pre-racial.
Inversamente, con el transcurso del tiempo y la
consiguiente sucesión de las generaciones, las diferencias extremas han ido
desapareciendo, a medida, que se acerca la fijación de la raza pura por los
métodos aplicados a ella para su organización tipológica definitiva.
Si a esto se agrega el fenómeno de selección a que
antes nos referimos, se comprenderá fácilmente que en el estudio estadístico
aparezcan diferencias enormes en las aptitudes hereditarias de las madres de
origen, juzgadas por su descendencia directa. Pero es necesario tener en cuenta
que esas diferencias no revisten en la actualidad la importancia trascendental
que necesariamente debieron tener en el período pre-racial del Fina Sangre, por
la razón muy simple de los fenómenos de eliminación, fusión y yuxtaposición de
caracteres hereditarios ancestrales; lo cual constituye un trabajo biológico de
convergencia hacia la formación del atavismo racial único, encargado de la
conservación de los caracteres tipológicos del Fina Sangre. Este atavismo, en
la actualidad, debe considerarse de una perfección avanzada.
A nuestro juicio, los antiguos criadores del caballo
de carrera debieron tener una ardua tarea en la selección de los reproductores,
y, a medida que las diferencias somáticas de los representantes de la raza iban
siendo menores (por uniformidad en la progresión racial), no bastando para ello
el ojo experto, la habilidad que, es fama, poseían los criadores ingleses, debió
necesariamente obligarlos a dar preferencias a las dominantes hereditarias
individual y familiar, vale decir, a los enrazadores y a los buenos atavismos
de familia.
Por estas razones, y prescindiendo de toda otra
consideración a favor o en contra de la teoría de los números, nosotros
estimamos que, como hecho hereditario consolidado por la selección, existe
conveniencia práctica de atenerse a la teoría y cultivar los beneficios que
ella aporta como un medio auxiliar en la apreciación de los atavismos más o menos
lejanos; pero cuidándose de no darle ahora la trascendencia que ella ha debido
tener en otros tiempos, sobre todo, no olvidando que se trata en todo caso de
un “ancestralismo de raza”, en ningún caso familiar. Este es el motivo fundamental que nos movió a
proponer la modificación de la teoría suprimiendo las familias numeradas,
reemplazándolas por cuatro sub-razas en función de los cuatro atavismos en
juego.
En este mismo orden de ideas, nuestra convicción es
que, a medida que se avance en las generaciones y el tipo racial (etnológico y
de adaptación) vaya tomando el standard definitivo, las herencias parciales
actualmente en juego en las divergencias tipológicas y familiares, deben
forzosamente ir desapareciendo, diluidas, anuladas o absorbidas por el torrente
sanguíneo total de la raza. Este fenómeno oculto, que sólo aparece cuando se
contempla el conjunto evolutivo de la raza a través de las edades, es el que va
organizando lentamente, pero también fatal, infaliblemente el atavismo racial
único, que tarde o temprano se apodera de un grupo puro zootécnicamente fijo.
[1]
Furnier y Curot. –Le Pur Sang.- 1906
[2] Un autor moderno atribuye a los descendientes de una
de las madres de origen, su especialidad para desempeñarse en las pistas
pesadas
[3] Recordaremos para apreciar el antagonismo
morfológico, que el tipo del Fina Sangre es rectilíneo, eusómico, longilíneo